Y Cruyff todavía se acordaba de mí, ja”. Los adultos decían que era “el sistema” y que por eso nadie se acordaba ya de Cruyff, porque Holanda jugaba a un “estilo propio” y similares frases de villamelón que han sobrevivido el traspaso de siglo. Cruyff jugaba de punta de lanza, allí lo había ubicado Rinus Michel, el histórico entrenador que ya había emigrado al Barcelona, de España. En 1985, se hizo cargo del primer equipo como entrenador, puesto que ocupó durante dos temporadas y media para cosechar dos Copas de Holanda y una Recopa de Europa, siendo nombrado mejor entrenador del mundo por la revista World Soccer Magazine. También tuvo problemas con la marca Adidas, otro de los motivos de la renuncia al Mundial del 78, una disputa con la marca que ya venía desde atrás. Mucho mejor se sintió Holanda con la entrada de Elia y la renuncia a Van der Vaart. La nueva estrella pasó de cobrar 1.500 euros al mes a 200.000. Su ficha anual, por todos los conceptos, se acerca mucho a los 400 millones de las antiguas pesetas y a esas cifras deben añadirse las ganancias por publicidad. Otras versiones apuntan a un arreglo mucho más arriba.
Los holandeses, obvio, pero sobre todo los brasileños, mayoría en el Arena Fonte Nova de Salvador de Bahía, un estadio sitiado, por cierto, al que ya desde primera hora se hizo muy difícil llegar, con los primeros controles policiales a más de un kilómetro del recinto -sin acreditación, por ahí no se podía pasar, así que hubo muchos paseos-. Un futbolista único del que te encantará tener su camiseta y lucirla con orgullo. Hasta entonces, siempre había lucido el 9 (el que llevaría luego en el Barça), que en su ausencia pasó a la espalda de Gerrie Mühren (que luego jugó en el Betis). El sencillo “Oei oei oei (dat was me weer een loei)” (Algo así como “Ay, ay, ay, otro golpe más), habla de las desventuras de un boxeador amigo al que le dan una tunda, luego pasa por un bar para olvidar las penas y la paliza final la recibe de una esposa furiosa en casa.
Aquel partido continúa siendo hoy el más controvertido de la historia de los mundiales. Es célebre también otra apuesta con Romário, que quería marcharse de viaje al carnaval de Río después de un partido. La selección recupera el blanco después de innovar en los últimos grandes torneos con el amarillo (2008), el azul marino (2010), el azul celeste (2012) y el negro (2014). El cambio, que se supone viene auspiciado por algún estudio mercadotécnico, ha provocado que lo más supersticiosos se echen a temblar, porque la selección española ha vivido algunas de sus peores pesadillas vestida de ese color. Aquella Holanda viajaba a Buenos Aires sin su gran estrella, Johan Cruyff, el genio que había llevado la selección más dinámica y perfecta del mundo hasta la final para confirmar, una vez más, aquel cliché de que el fútbol es un deporte en el que juegan once contra once y siempre gana Alemania.
La acción, que dejó perplejos a todos, estaba y está bajo el marco legal del cobro de una pena máxima. Puede haber sido también porque, como la Naranja Mecánica había deslumbrado cuatro años antes, todos esperaban que fuera el campeón en Argentina 1978. Yo qué sé. Hay cosas que sé ahora. Sobre todo estos holandeses, comandados hasta ahora por Robben y Van Persie, pichichis en vigor con tres dianas en dos partidos, verdugos de Casillas aquel infausto viernes 13. En realidad, entre ambos han rubricado el 65 por ciento de los 29 goles ‘oranje’ esta temporada. Qué goleada. Qué goles. Ambos invictos e igualados en puntos, el criterio de desempate sería la diferencia de goles. Argentina jugó el último partido de la jornada contra Perú y necesitaba más de cuatro goles de diferencia. Mario Kempes consiguió en aquel partido también el título de campeón goleador (pero lo ganó gracias a los dos goles que metió a aquella defensa de palo que presentó Perú).